No hay nada más acertado que los refranes populares. Bien dice el dicho “zapatero a su zapato”.
En los actuales momentos, donde existe la urgente necesidad de solventar todos y cada uno de los problemas que nos aquejan, ante la incertidumbre, la angustia, la falta de satisfacción de nuestras necesidades más básicas y elementales, aunado al menoscabo diario y sistemático de nuestros derechos fundamentales, surge inmediatamente nuestro impulso de opinar, dar lineamientos sobre cómo proceder, qué hacer, y, -en fin- en este escenario todos somos sabios y sabemos cómo solucionar todo, asumiendo indiscutiblemente un papel de “toderos”.
Sin embargo, están también quienes –responsablemente- no estando tampoco alejados de la misma angustia y urgencia, se preguntan hasta donde debe llegar la participación de cada uno de nosotros así como la formulación de exigencias y planteamientos públicos.
Lo cierto es que también existe la norma moral y ética que nos indique que cada quien debe hacer lo que corresponda en su propio espacio, en su hogar, en su trabajo, en su ciudad, en su país.
Cuando una pareja constituye un hogar y tiene sus hijos, pasan a ser el modelo a seguir para estos, claro nunca será perfecto, pero sí, si son conscientes y quieren formar hijos sanos en todos los sentidos, harán lo posible y se centrarán en formar un hogar funcional como dirían los psicólogos, de lo contrario, serán núcleos familiares disfuncionales. Los males que los aquejen serán replicados en gran escala alcanzando los del país.
Ello se centra en cumplir cada uno su rol como padres, siendo tal estructura el núcleo y la cédula de una sociedad, de acuerdo a la norma constitucional. Si repetimos y reiteramos esa conducta en todos los ámbitos, tendremos que ésta se proyectará y habrá de repercutir en cada uno de los mismos, es decir, una sociedad sana, una ciudad amistosa, un país exitoso.
Es el momento de tomar en serio que más allá de lo que dispongan las leyes, a cada uno de nosotros nos corresponde moral y éticamente hacer lo correcto, pero lo correcto dentro de nuestro ámbito familiar, profesional y ciudadano.
Creo que hacerlo nos cuesta, pues no sentimos de inmediato ni en el corto plazo el reconocimiento que ello produce, pero sí da frutos, y personalmente tengo muchos ejemplos que dar, pero estas líneas no son suficientes.
Hoy -más que nunca- debemos dejar que cada quien ejerza su oficio: los padres y maestros en su rol, los abogados, médicos, ingenieros, todos, con responsabilidad, constancia, honestidad, debemos hacer lo que nos corresponde por poquito que parezca.
Dejar a los políticos que jueguen sus cartas, que ejerzan su oficio. Hay algo claro: perfectos no son, pues en las diferencias de opiniones nos guste o no, está la movilidad social, económica y política, pero hay que confiar, sin que ello signifique no ejercer el control social que nos permite la participación y exigencia de responsabilidades, hoy más cuando la sociedad civil se ha organizado y lo establece nuestra Constitución.
Recordemos que cuando aceptamos la tesis de la anti-política, comenzó el derrumbe y el debilitamiento de nuestras instituciones.
Cada vez que atacamos una institución con o sin fundamento, y más si es en el primer supuesto no se exigen responsabilidades, la institución se debilita, y queda en descrédito ante la ciudadanía. Lo único claro hasta ahora es que se necesitan las instituciones y estas más fortalecidas cada día.
Por otra parte, atacar sin proponer soluciones, es un sinsentido. Tenemos la costumbre de cuestionar pero no de hacer ni de solucionar. Quien no participa, quien no propone en positivo no puede criticar ni menos aún exigir.
Dejar de creer es perder la esperanza y eso es lo único que no se puede perder.
En conclusión, cada quien debe cumplir su rol, pues ninguno es tan pequeño, tan insignificante que no surta impacto en cada uno de los círculos de los cuales formamos partes y se haga sentir en los superiores. Pequeños pero muchos, hacemos un gran contingente de ciudadanos responsables cumpliendo con nuestro deber, lo cual me lleva finalmente a otra sabia expresión de nuestro refranero popular: “lo que sea que hagamos, por muy pequeño que sea, así sea limpiar una calle, debemos hacerlo bien y con gusto”, De esa forma, la justa recompensa siempre llegará, tarde o temprano.
Autor
Teresa Borges García, 9 de septiembre de 2016
Asesor Jurídico de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela